Wiki CreepyPasta
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El niño abandonado[]

El niño lloraba como el que está siendo asesinado de forma brutal, como el que sufre en la horca segundos antes de dejar de moverse. No lo quieren, estaba siendo rechazado y abandonado en una fría calle de la ciudad, sin protección.

Miró al cielo con deseos de alzar las manos en un intento de ascender de nuevo con sus progenitores. Con sus dos padres.

-Cariño, ¿oyes ese llanto? Parece de un niño, y es cercano...

Nuevamente el pequeño se largó a llorar con todas sus fuerzas, y se cae al piso en un intento de saltar hacia el cielo. Pronto llegan una mujer joven acompañado de un hombre de la misma edad aproximadamente, preocupados por el ruido que en la noche provocaban esos gritos.

-¡Mira, mira! ¡Es un niño! Ay, Dios me ha sonreído por fin y me ha dado lo que tanto deseaba...

-Mary, sé que hace mucho deseas un hijo, pero realmente existe la posibilidad de que este niño pertenezca a alguien...

-¡Olvídalo! ¡Me lo llevo!

La mujer se inclinó y miró con dulzura al pequeño.

-¿Cómo te llamas, bonito?

-I... Isaac.

-¿No tienes apellido?

-Soy... Isaac Abernath.

-Abernath. Qué lindo apellido. Ven, ven conmigo a mi hogar, te cuidaré muy bien.

Secándose las lágrimas, Isaac tomó de la mano a la mujer y la acompañó con alegría al humilde departamento que habitaba.

"El que vive solo, morirá solo."

Siete años después[]

La mujer no podía comprender el rechazo que poseía Isaac hacia los demás. Estaba completamente decidido a no relacionarse con cualquier ser humano con el que se encontrara, ya casi se podía decir que era mudo.

Se rehusaba completamente a salir de su habitación, ya ni siquiera respondía a cuando alguien le hablaba. Su madre, que lo había cuidado durante tanto tiempo y conocía bien a Isaac, insistía todos los días en tener una charla; y como siempre, el joven callaba sin dedicarse a mirarla a la cara.

"La humanidad es un asco. Si fuera a decir razones me tomaría toda la vida, así que... ¿Para qué nombrarlas siquiera? No tengo por qué convivir con estas abominaciones; prefiero quedarme solo y morir solo." Era una típica frase de Isaac.

En una ocasión, Mary irrumpió en su cuarto sin consultárselo antes, cosa que molestó al solitario como nunca. La arrojó rápidamente contra el pasillo en un ataque de locura, y atrancó la puerta.

Fue entonces cuando decidió por fin irse de aquella casa.

Durante la noche, abrió la ventana de su cuarto y saltó por ella: a pesar de estar todo el tiempo encerrado era muy ágil, y no le costó aferrarse a la saliente del marco. Arrojó su colchón y aterrizó en él al soltarse. Cubrió todo con los arbustos que rodeaban la edificación y salió corriendo.

Vio la ciudad a unos pocos pasos de distancia. Tantos edificios serían ideales para esconderse por siempre. Y permanecer solo, como tanto deseaba.

Así llegó, con el corazón a mil, a una calle de un barrio realmente pobre. La desgracia para Isaac fue que justo a esa hora por allí pasaba una patrulla de policía, que lo vio sentado junto a un contenedor de basura: el oficial que conducía asomó la cabeza y dijo:

-Niño, ¿estás solo? ¿No tienes familiares por aquí? A estas horas de la noche no es recomendable que un chico de tu edad ande por ahí lo más tranquilo; te pido por favor que te dirijas a tu hogar sin poner objeción y no salgas más.

El joven no se molestó en responder. Siguió mirando las estrellas callado y sin inmutarse.

-¡Oye, ¿me estás escuchando?!

Sorpresivamente, el chico agachó la cabeza y miró con desdén al policía.

-Sinceramente no, no estoy oyendo las palabras que salen de tu sucia boca. Si tienes la bondad que se debería necesitar en todos los humanos, cállate y deja de contaminar mis oídos y el aire mismo con tu palabrerío.

-Menudo idiota... ¡Bien! ¡Vamos! ¡Ahora mismo te llevaré a la comisaría!

Bajó de la camioneta y tomó a Isaac del brazo; este reaccionó de forma violenta y le dio un rodillazo en el estómago.

-¡No te atrevas a tocarme, criatura inmunda! ¡Peste! ¡Escoria!

Nuevamente golpeó al hombre, esta vez en la cabeza, y con el codo lo dejó en el suelo. Apretó su cuello a más no poder, y en menos de dos minutos el oficial había muerto.

-Je... je... Bueno, no tengo tiempo que perder regocijándome. Debo encontrar algún sitio que me permita esconderme de la sociedad, ahora...

Un disparo en el hombro no le permitió terminar la frase.

"La violencia es una de las peores pestes del hombre. Yo también la promuevo. Por eso, en mi último aliento y en el fondo, sigo siendo humano."

El Orfanato[]

Sin que sus ojos tuvieran la suerte de poder ver hacia dónde lo arrastraban, Isaac dejaba caer la cabeza a un costado por más que se ordenaba a sí mismo levantarla y observar el lugar en el que se hallaba; quería resistirse a la intención del policía de llevarlo a algún sitio, pero el dolor en el hombro no se lo permitió.

-Suéltame... no quiero... que me toques... Basta, bestia apestosa... peste... basura...

-No te voy a hacer daño ni nada parecido: porque te tengo compasión y algo de pena, te llevaré en cambio a un orfanato. Es mejor que llevarte a la comisaría, ¿no?

El joven abrió los ojos como platos. Pensando en todos los niños insoportables y toda la gente que había en un orfanato, sus fuerzas volvieron.

-¡¿Un jodido orfanato?! ¡¿Un jodido orfanato?! ¡No! ¡Suéltame, ya, no pienso ir a un maldito orfanato lleno de infantes asquerosos!

-¡No tienes otra opción, muchacho! No me has dicho el nombre de tus padres y te rehúsas a hablar, es más que necesario conseguirte un hogar o refugio urgentemente.

-Bájame, ya. Ahora. Sin excusas, ¡no quiero entrar a un sitio lleno de niños y mucho menos por adultos!

-¡Ya deja de lloriquear y hazme caso! Entrarás a ese orfanato quieras o no, es mi decisión y la más responsable, no tienes derecho a oponerte.

Cruzado de brazos, Isaac se dejó llevar por los brazos del oficial hasta un edificio gigantesco, de ladrillo puro, que se notaba viejo.

Ya adentro, percibió un olor a podredumbre impresionante, proveniente desde cada esquina del vestíbulo: enredaderas se arrastraban como serpientes en las paredes, y musgo inundaba el suelo y techo. También se oían gritos desde algún lado de la edificación; no eran de sufrimiento, sino de alegría... unos gritos que Isaac no podía soportar.

Estalló pronto, arrojando patadas y puñetazos al aire y finalmente derribando al policía, que cayó pesadamente a sus pies. El joven se libró de las manos que aún lo sostenían, y observó a su alrededor. No había más que ruinas dentro de la habitación.

-No tengo razón para estar aquí...

Se dirigió a la salida, apresurado, ansioso de salir de aquel sitio. Pero una mujer le bloqueó el paso y cerró la puerta con llave.

-Hola chico, ¿qué haces aquí? ¿Te dejaron? No importa ya; ven con nosotros a cenar, que de seguro tienes hambre y todos debemos ir a dormir pronto. Las luces se apagarán en dos horas.

Isaac se asqueó, y se rehusó a asistir a un sitio repleto de infantes.

-Olvídelo, señora. No tengo ganas de hallarme en un lugar lleno hasta el tope de niños insoportables y ruidosos.

-Oh, pues... Simplemente quédate en el dormitorio si gustas. A pesar de que no hay muchas camas disponibles, te aseguro que podremos encontrar algo.

El muchacho observó con desdén a la mujer y asintió fríamente con la cabeza. Metió sus manos en los bolsillos de su chaqueta y atravesó una infinidad de puertas hasta llegar a la habitación donde se suponía que los chicos más adultos dormían.

-Bueno... no es lo que esperaba, pero al menos es un dormitorio para jóvenes y no el de niños pequeños. Quizá pueda dormir en paz...

Miró a un costado con tal de distraerse y se dio cuenta de un pequeño detalle: en un cartel, enmarcado, rezaba: "Orfanato Halls: Dormitorio de Mujeres". Espantado, trató de abrir la ventana que se alzaba por arriba de su cama, y se dio cuenta de que estaba cerrada.

-¡¡¿Es una jodida broma?!! Deben tener un lugar libre en el dormitorio de hombres... Si no, esta misma noche me largo de aquí.

Bajó las escaleras de caracol que llevaban al dormitorio de la dueña del orfanato.

-Señora, necesito hablar con usted ahora mismo. No me interesa si está a rebosar, consígame una cama libre en el dormitorio de hombres. Me mandaron al de mujeres por accidente, eso debe ser... ¡Ya, apúrese!

-Hijo, estamos tratando de comprar un nuevo camastro para el dormitorio de hombres, pero recién llegará mañana. Por hoy, simplemente quédate allí.

Trató de cerrar los ojos con su paciencia al límite, y al borde de un nuevo ataque de locura. Destrozó una tabla suelta a golpes intentando contener su furia.

Entonces, simplemente el sueño le llegó de repente. Con un último suspiro, le dio un golpe a la ventana.

...

Mientras miraba a su alrededor se percató de una cosa: al menos diez ojos lo observaban con atención y algo de extrañeza. Se levantó bruscamente y echó una última mirada de desprecio a las muchachas que lo habían estado mirando.

Sus ojos captaron algunas frases: "¿Es una chica?", "¿Será travesti?", "¿O... es un hombre?".

Se dio vuelta y las miró con furia.

-Por favor, no me hagan caso porque no tengo ganas de hablar con ustedes. No tengo porqué dar explicaciones, si quieren pídanselas a la dueña; aléjense de mí, y ni siquiera me miren.

Las chicas rieron burlonas, e Isaac pateó la puerta llenándolas de insultos, para retirarse luego.

Con las pocas luces de la lejanía amenazando con quemarse, Isaac contemplaba asombrado el paisaje desolado de detrás del orfanato: todo un bosque quemado, destruido, reducido a cenizas. Completamente inhabitable para cualquier ser vivo.

Se apoyó en la ventana y pronunció:

-Desearía morir solo...

Repentinamente, las grietas asomaron por el vidrio que a los pocos segundos se llenó de líneas y finalmente quebró. Isaac sonrió ampliamente al caer desde el octavo piso, y se preparó para dar un abrazo a la muerte que tanto deseaba.

Al impacto, sintió algo romperse.

"Mira lo que has hecho. Probablemente si no hubieras existido, habrías hecho feliz a una persona."

El Internado[]

Sorpresivamente, lo único que escuchó quebrarse cuando su cuerpo se estrelló contra el suelo fue su pierna, que quedó inutilizable. Trató de arrastrarse como pudo entre la maleza del patio del orfanato, mientras se ordenaba a sí mismo no gritar pese a todo el dolor que la rotura le causaba; mordía su lengua con tal de soportar hasta llegar a algún lugar solitario.

-Bueno... No era así como yo lo esperaba pero... al menos podré morir abandonado, solo y sin nadie a mi alrededor...

Antes de desmayarse, se dio cuenta de que no había ningún sitio como el que él deseaba. Oyó sirenas de una ambulancia y de una patrulla policial, y se paró por más que quería echarse a descansar; corrió con todas sus fuerzas hasta finalmente quedar dentro de una zanja.

Al rodar hasta el hueco, se golpeó la cabeza, y rápidamente se dejó estrechar por los brazos de la inconsciencia.

Cuando despertó por fin, era mediodía: no se oían sirenas o alguien buscándolo, por lo que supuso que seguramente ya habían dejado de buscarlo y lo dieron por muerto; rió con sorna, aunque no podía parar de escupir sangre al hacerlo.

-Pff... si voy a morir desangrado por esta maldita pierna rota, quiero que sea en otro sitio más bonito; una zanja no es un muy buen ni muy agradable para fallecer. Debe haber un cementerio por aquí cerca, o algo así.

Nuevamente se obligó a ponerse de pie, y caminó hasta quedar a las afueras de un gigantesco edificio que parecía viejo.

-Seguro no hay nadie allí. Es buena idea quedarme dentro; más que nada ahora que el cielo empieza a nublarse... a lo mejor llueva.

Cruzó el enrejado pasando por debajo de una abertura, y se incorporó para seguir hasta una puerta oxidada. La abrió violentamente de un puñetazo, cosa que hizo que el cristal de la pequeña ventana se rompiera y cayera al suelo.

El dolor era ya demasiado y se arrojó al piso, pero aún no deseaba que la vida lo abandonara en el piso. Una cama, una silla, algo para apoyarse consideraba más apropiado para suicidarse o finalmente desangrarse; las escaleras que continuaban un pasillo lo hicieron tener que tirarse otra vez al piso. Frente a él había un cartel que indicaba: "Dormitorio".

-¿Será esto... otro orfanato? ¿O un internado sin gente? Bah, qué importa; mientras no haya ni un alma con vida estaré bien.

La alarma del fin de clases interrumpió sus pensamientos, y una oleada de jóvenes ansiosos de salir al patio lo atropelló. Sus ojos lentamente se cerraron y su mente cedió ante un golpe fuerte en la cabeza.

...

La sensación de estar siendo vigilado apareció de nuevo, y sus párpados se abrieron para revelar a al menos diez chicos y chicas observándolo atentamente. Cuchicheaban entre ellos e incluso llegó a escuchar que preguntaron si estaba vivo. Rápidamente Isaac se levantó, se limpió el polvo de la ropa y dijo:

-No, no estoy muerto. Ni podría estarlo junto a personas como ustedes. Si voy a morir, no quiero que sea en un lugar lleno de gente.

Los demás lo observaron con algo de ira, pero se contuvieron y continuaron con su recorrido hacia el patio. Isaac logró llegar arrastrando la pierna a la entrada del dormitorio; oyó un grito en la lejanía, y supo que habían encontrado el reguero de sangre que había dejado su pierna lastimada.

-Je... al menos logré espantarlos. Apuesto que los imbéciles de antes no se habían fijado que un enorme hueso sobresale de mi rodilla. Es casi gracioso la poca atención que prestaron.

Se apoyó en la pared frente a la entrada, y abrió con brusquedad. Frente a él había una habitación atestada de camas, con unos pocos muebles y muchas mochilas, posiblemente el equipaje de cada estudiante; se echó en el piso a dormitar, mientras esperaba a estar fortalecido nuevamente.

-Tsk. Esta herida no me matará, así que esperaré a recuperarme y ya me suicidaré yo mismo.

Durmió quizá por días, hasta que por fin lo despertó una voz ronca, de adulto sin duda; Isaac fingió seguir desmayado, pero pronto lo sacudieron y se vio obligado a protestar. Se levantó y derribó de un puñetazo al profesor que perturbaba su sueño.

-¡No tienes una pizca de derecho a molestarme mientras descanso, ¿entiendes, pedazo de estúpido?! Ahora volveré a dormir, y mejor que no vuelvan a despertarme porque entonces no será un puñetazo lo que vaya a derribarlos.

Los estudiantes que acompañaban al maestro lo ayudaron a incorporarse, se quitó la sangre del labio y le dijo:

-Joven, este es el lecho de otro alumno que no es usted, le pido por favor que se retire o que me acompañe a ver al Director para solucionar este malentendido.

-¡Y una mierda! Arhg... está bien, como no tengo ganas de discutir y mucho menos con basura, me dirigiré a la oficina del Director.

En construcción

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