Wiki CreepyPasta
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Cap. 1: Sin juegos no hay vida[]

La mejilla roja de su madre le provocaba alegría. La bofetada que le había propinado le suministró un goce que antes no había sentido.

Hace unos momentos, Sara había estado jugando sus videojuegos en la computadora, nada fuera de lo común. Pero su madre pronto la llamó para cenar. Entonces, realmente irritada por la interrupción, se dirigió dando pisotones hacia el comedor y dejó completamente marcado el rostro de su madre; le gritó en la cara y se volvió a su habitación.

Lo cierto era que Sara Hess, la famosa "Stalker", como se la apodaba en todos los juegos online que había jugado, amaba de verdad disfrutar aunque sea por unos momentos de ellos. No, por unos momentos no. Sara deseaba posar sus manos sobre los controles y teclas durante horas, días, quizá años; claramente no tenía amigos, y las pocas personas que alguna vez se habían acercado a hablar con ella no estaban tan enardecidamente locos por las consolas, por esos mundos virtuales a los que Sara acudía a diario. Su único amigo se apodaba "Inferno" y vivía en una ciudad vecina, hablando con Sara a través de las redes sociales o empezando partidas casi infinitas con ella...

Pero el caso es que nunca, jamás, salía de su habitación. Si tenía la oportunidad de sumirse en los más profundos recovecos de mundos enteramente formados por diminutos píxeles, sin duda la aprovecharía; su apariencia era evidentemente desastrosa, porque no se bañaba, o lo hacía dos veces por mes.

Muchas veces repitió frente a sus compañeros de juego, si llegaban a decir que les aburría:

-Sin juegos no hay vida.

El único que podía estar de acuerdo con eso era Inferno, pues en todo lo relacionado con los videojuegos la apoyaba. Y, de vez en cuando, se juntaban cuando él iba de visita a la ciudad de Sara y se pasaban todo el día en la computadora, o con complicados juegos de estrategia en la vida real tales como el ajedrez, la batalla naval y de guerra.

Muy pronto en su vida virtual, empezada a sus once años, utilizó hacks. Hacks que modificaban los juegos online, los arruinaban para algunos players, y para ella le hacían más placentera la partida; justamente por eso casi nunca nadie jugaba partidas contra ella.

Muy pocas veces asistía a la escuela, y su madre no había dicho palabra porque conocía a la perfección a su hija y sabía que si llegaba a decir algo más, explotaría. Se quedó en tercer grado de la secundaria, aunque ella ya tenía dieciocho años. Su educación no le importaba en lo más mínimo, ya que todo lo que quería en su vida ya lo tenía. Sus videojuegos, a Inferno y a su hermano. Su hermano se llamaba Jake, y era la única aparte de Inferno que parcialmente comprendía la obsesión insana de ella con los juegos.

Numerosas veces jugó contra Sara al ajedrez, y la maestría de ambos era tal, que en algún momento debían dejar de jugar porque si no no terminaría; en los videojuegos online no era muy bueno ya que no tenía oportunidad de pensar detenidamente cada uno de sus movimientos. A la hora de jugar juegos tácticos y estratégicos era el mejor.

Por su parte, Sara era apresurada e impulsiva, detectaba cada posible futuro movimiento de su oponente y utilizaba los suyos de manera que pudiera neutralizarlo o volverlo en su contra. Pero, al analizar tan rápido la imagen, no daba lugar a nuevas posibilidades, y por esto tantas veces Jake le había ganado.

Quizá su hermano e Inferno eran las únicas personas que a Sara le importaban, pero el día que debió derramar lágrimas, al menos logró sacar una.

El día de la muerte de su madre. Al tener ya dieciocho años y ningún empleo, Sara actuó muy egoístamente y se rehusó como a abandonar definitivamente su deporte... no... su vida. Los videojuegos eran su vida. Jake ganaba muy poco dinero con el trabajo que tenía, y la madre también, lo que la llevó a buscar más oficios y terminó muerta de cansancio; jamás durmió, eran al menos 21 horas de trabajo diario. En su funeral, Sara logró no sonreír, y una pequeña gota humedeció su mejilla.

Probablemente fue eso lo que ensombreció su juego. Su permanente, infinito y malvado juego. Ella ya no paraba definitivamente de jugar, estaba absolutamente todo el día en la computadora o en las consolas, pero definitivamente nunca movía las piernas más allá de la puerta. Jake se encontraba preocupado, pero decidió dejar a su hermana tranquila porque vivió con ella durante toda su vida, y sabía cómo podría reaccionar Sara...

Así fue durante un tiempo. Hasta que llegó la hora de empezar el verdadero juego, el Round 2.

Cap. 2: Presa en un juego []

Y un día Sara simplemente cambió de opinión, y quiso salir a la calle para respirar un poco de aire fresco y quitar el hedor a podredumbre de su cuarto de sus fosas nasales. Claro que, como siempre, llevaba su PSP en el bolsillo de su abrigo.

Y en un momento, la ansiedad y la obsesión pudieron más que su propia voluntad, sacó desesperadamente la consola portátil de su bolsillo y empezó a teclear botones rápidamente, con una enorme sonrisa en la cara y ojos demenciales. El mundo virtal, ese mundo tan vasto en tan alta calidad... ya no podía dejarlo, era como un enamoramiento que ocupaba demasiada memoria. Demasiada para una sola...

Entonces sucedió lo inevitable. Al ver su moderno aparato en funcionamiento y a la mano, tres tipos salieron del fondo de un callejón para robárselo; eran sólamente cinco adolescentes que seguramente estarían borrachos, drogados o algo así. Nada que Sara no hubiera visto antes. Mas dudó un segundo, echó la vista para atrás y los tres hombres la tomaron por los brazos y la arrastraron hacia donde ella no sabía.

El golpe en su cabeza hizo que se desmayara.

Y por eso no pudo notar que arrastraban su cuerpo a un sitio desconocido, alejado, aislado. Durante un buen rato permaneció inconsciente, y los tres ladrones observaban desde las sombras; esperando a que se despertara. En algún momento se despertaría, y varias veces ya amagó con hacerlo. Sus ojos podían ver, cuando se abrían a medias, sus piernas en una silla, pero no sus manos. Después de mucho esperar, los párpados de Sara se levantaron y miraron atentamente a su alrededor.

-¿Dónde... estoy...?

-Hola niña. Lamento que aquí te hayas despertado; te hubiéramos dejado en tu casa, pero no sabemos la dirección.

-¿Quiénes son ustedes?

-Somos sólo extraños. Personas que a ti no te deberían de importar.

-¿Y qué hago aquí?

-Digamos que estás en un simple juego. Te quitamos tu PSP. Olvídate de recuperarla, ahora es nuestra.

-Eso no importa tanto. ¿Qué juego? Me gustaría participar...

-Es un juego entre nosotros. Tú eres un simple IA del juego... Un personaje cualquiera, no un jugador.

-Qué mal... En fin, ¿de qué trata este "juego"?

-Acabamos, hace un rato, de llamar a la policía.

-Ajá.

-Y les dijimos que te tenemos secuestrada. Pedimos $10.000 por el rescate.

-¿Y?

-Si no traen el dinero para mañana, morirás.

En ese punto, Sara estaba realmente alarmada. Ella pensaba en el mundo como un mal juego, una copia barata de otro, algo que no merecía la pena jugar; pero su orgullo era indestructible, y hasta en los juegos más aburridos, nunca perdería.

-Yo... no... moriré...

-Todo depende de la decisión de la policía.

-Yo... no... moriré...

-Basta. ¡Deja de repetir!

-No... moriré...

El la mirada de Sara se notaba la desesperación. El miedo. El miedo a la muerte. Las incoherencias surgían de su boca como su respiración agitada; los tres matones se estaban hartando, y lanzaban fuertes patadas hacia la cara de la pobre chica.

-Calla. ¡Calla, ahora!

-No moriré... ¡No moriré! ¡No moriré, y aún menos lo haré por tres horribles jugadores!

-¡¿Qué estás diciendo?! ¡Te mataremos si no haces silencio!

El grito de Sara desgarró el aire, y una mueca de horror y furia se reflejaba sobre su normalmente hermoso rostro. Los chicos, aún borrachos, decidieron amordazarla y vendarle los ojos.

-¿Por qué... me hacen esto?

-No somos terroristas ni nada de eso...

Uno de ellos se adelantó y miró con ojos perversos la cara de Sara.

-Es sólo un simple juego.

El tiempo se vuelve casi infinito para Sara, y para los delincuentes. Para Sara, pasan días, semanas, meses, probablemente años, sin sus juegos; utilizó su tiempo amordazada y vendada para aislarse del mundo real, y planear un movimiento como si fuera...

Ajedrez. Entonces recuerda la paciencia de su hermano para conseguir que sus movimientos, y hasta el mínimo peón, fuera efectivo. Debía ser más que ese peón; pensar como el que maneja las piezas, hacer que el juego se volviera a su favor; todo lo manejó como un juego de estrategia. Distintas posibilidades se le pasaban por la cabeza, pero ninguna era segura. Al final, le quitaron la mordaza y le dieron de comer. La joven notó un sabor a carne y pan: seguramente sería una hamburguesa comprada en la calle... sólo rezaba porque no estuviera envenenada.

Sus rezos a un dios inexistente no sirvieron de nada.

Nuevamente se halló sumida en el mundo de los sueños, apenas conectada con el mundo real por sus oídos y pies: los primeros escuchaban una conversación incomprensible, y los segundos notaban cómo eran arrastrados y cómo tocaban algo áspero, rasposo.

Una vez despierta, sólo pudo ver una cabaña pequeña con una serie de herramientas puntiagudas colgando de una pared a su derecha. Y a su izquierda, los tres secuestradores la miraban con atención.

-Al fin despertaste, ¿eh?

-Y tú al fin decidiste cambiarme de lugar. ¿Qué son esos, instrumentos de tortura?

-Tranquila, que son sólo herramientas que encontramos aquí. Estás en un galpón ubicado a las afueras del barrio; dudo que alguien te encuentre.

Y tenía razón: su hermano se hallaba en ese momento de viaje con sus compañeros de universidad, e Inferno habitaba en otra ciudad... no tenía esperanzas de sobrevivir. ¿A quién le importaba una chica solitaria, horrible, loca? ¿Quién la extrañaría? Probablemente sólo su hermano. Nadie vendría a rescatarla, nunca saldría de allí, de esa ruinosa cabaña; seguramente una vez que muriera los tres jóvenes abusarían de su cadáver, entre otras cosas. Sara ya había abandonado toda posibilidad de escape, aunque el destino le tenía preparada otra cosa...

Un estruendo resonó en las paredes de madera vieja, y los ladrones nada pudieron hacer para contener a esa figura oscura que ingresó por la puerta que se encontraba ya destrozada en el suelo. Los golpeó, pateó, luego finalmente los arrojó a todos contra un armario cuyas antiguas maderas se derrumbaron sobre ellos al contacto; no parecía ser alguien demasiado mayor, pues su silueta era de un chico joven.

Acercó su cara a la de Sara, y dijo:

-Hola... Stalker.

-¡Inferno!

Efectivamente, ése era Inferno. Un chico de pelo castaño oscuro, y penetrantes ojos negros; bastante pálido, su sonrisa de euforia al ver a su amiga sana y salva la tranquilizaba. Sara no se había imaginado ni en sus más oscuros pensamientos durante el cautiverio que Inferno volvería a buscarla. Mas ahí estaba: el original, el único, Inferno, cuyo nombre verdadero era Timothy Bell.

Sara corrió a los brazos de su amigo, y sintió el calor como no lo había sentido en esa miserable choza. Estaba llorando de alegría.

-¡Gracias, gracias, gracias, gracias!

-No pasa nada. Vi que no estabas en tu casa y supuse que deberías estar de viaje o algo: yo había vuelto para visitarte, así que me di una vuelta por este valle antes de volver a preguntar en tu puerta; escuché una conversación mientras pasaba por aquí cerca y observé por la ventana. Vi que te tenían cautiva y entré a rescatarte.

-Muchas gracias, te debo mi vida.

-Nada me debes. Hice lo que debía hacer. Mi mejor amiga estaba en peligro, y no quiero perder a la persona con la que juego mis partidas online.

Con los ojos llorosos aún, Sara salió por la puerta y tocó con sus pies las hojas crujiendo en el piso. Era otoño. Por una vez, e incluso con tanto frío, deseó quitarse las botas como nunca; y así lo hizo, se sacó las botas y calcetines y los dejó a un costado. Así pudo sentir verdaderamente un suelo de verdad, y respiró hondo.

-Creo que ya estoy más tranquila.

-Qué suerte. ¿Vamos a tu casa?

-Sí.

Durante el trayecto, Sara se acordó repentinamente de un lugar que había visitado en el bosque, hermoso, donde su mamá la llevaba de niña. Antes de que su egoísmo hiciera que la perdiera.

-Ven, Bell, ven.

Al chico usualmente lo llamaba Bell, ya que aseguraba que "su nombre no queda tan bien para un chico tan guapo". Lo tomó de la muñeca y lo arrastró en contra de su voluntad hasta llegar; era un prado hermoso, siempre iluminado dulcemente por el sol. Hacía un calor considerablemente mayor al del resto el bosque. Debieron quitarse los abrigos.

-¡Es precioso, Sara, es precioso!

-¿Lo ves?

Y se acostaron ambos juntos, en la hierba que seguía fresca a pesar del calor. Sara habló.

-Algunas cosas fuera de los juegos, son hermosas.

Bell se tardó un rato en responder.

-Es cierto.

A pesar de que ninguno de los dos quería abandonar ese lugar tan mágico, debieron partir pronto porque la chica recordó que en una hora su hermano volvía; no era posible que agradeciera no ver a su hermana por ningún lado.

Cap. 3: ¡Vamos a jugar![]

Durante un tiempo casi infinito, Sara se dedicó a buscar a aquellos que la secuestraron. Día y noche, se paseaba jugando con su celular por la ciudad; no quería que volviera a suceder un robo, pero no podía dejar solos a sus preciados juegos , y era la manera más eficiente de encontrar a los ladrones.

-Vaya... qué aburrido.

La voz de Sara era la única allí presente, entre todas las almas que por allí pasaban (que no eran muchas) ya que nadie se atrevía a hablar. Había algo raro. Ya la presencia de Sara fuera de su habitación era extraña, la noche demasiado silenciosa y ¿qué faltaba?

Faltaban esos tres, silenciados por Sara. O al menos, eso deseaba hacer ella. Morderles el cuello mientras escuchaba sus gritos, todo en un siniestro y alargado juego; pues para Sara, ahora era lo mismo que antes le había dicho uno de ellos: "Es sólo un juego".

Era ya muy tarde cuando Sara se dispuso a volver a casa, no podía aguantarlo más, los juegos de la PSP entretenían un rato pero no se comparaban a los MMO que acostumbraba jugar. La calle estaba solitaria y silenciosa, y el ambiente le recordó a Sara cuando era una niña y temía quedarse sola en la oscuridad.

Pasó al lado de un restaurante chino, un cocinero y su perro, un hermoso pastor alemán, estaban cerrando el local. Sara se sintió más segura al saber que no estaba completamente sola... sin embargo, había algo extraño con el cocinero: parecía asustado y nervioso, como si hubiese visto un fantasma; sus pasos se aceleraron al igual que su respiración, y a la vuelta de una esquina se vio un muchacho salir y se acercó hacia el cocinero sólo para rajarle la garganta con una pequeña navaja, del mismo lugar salieron otros cinco jóvenes. Estos comenzaron a saquear el cadáver y uno de ellos le dio una patada al perro.

Sara quiso huir, pero reconoció el tatuaje de uno de ellos. Efectivamente, eran los mismos ladrones que la secuestraron. Sara sintió rabia al ver como pateaban al perro del mismo modo que la patearon a ella, estaba dispuesta a morir si era necesario; pero no dejaría que ellos siguieran haciendo lo que quisieran.

Los chicos dejaron de patear al perro cuando creyeron que estaba muerto, realmente no había mucho que robarle al cocinero, por lo que se metieron al restaurante, buscado cualquier cosa que fuera de valor; llegó un punto en el que encontraron alcohol y comenzaron a beberlo a grandes tragos. Después de dos o tres botellas éstos estaban completamente borrachos y de un momento a otro estaban destruyendo el local: tirando sillas, rompiendo ventanas, etc.

Sara logró colarse sigilosamente por la puerta trasera, la cual llevaba directamente a la cocina. Una vez allí, tomó un cuchillo para puerco y otro para pescado; se acercó a uno de los chicos borrachos que se encontraba tirado en el suelo, inconsciente por los efectos del alcohol. Sara le tapó la boca por si acaso, y también la suya por el olor asqueroso del alcohol, y en un movimiento firme y elegante le hizo un corte en el cuello. La sangre comenzó a brotar y cada gota le daba satisfacción... sintió emoción y un perverso placer.

Todavía quedaban otros cinco y Sara consideró la situación como una misión. El ladrón mas cercano estaba a un metro de ella y no podía acercarse sin que la vieran, así que tomo una decisión arriesgada...

Los ladrones sólo oyeron el ruido de la caída de su compañero. Cuando se acercaron a revisar se encontraron con su cadáver y un cuchillo en la parte superior de su cabeza; Sara no pudo evitar pensar en un headshot perfecto.

Los chicos restantes estaban nerviosos. ¿Quién tendría tal habilidad con un cuchillo? Sus nervios se convirtieron en miedo al oír un: "¡Chicos! ¡Encontré otro!".

Sara se estaba quedando con ellos,se encontraban jugando al gato y al ratón, a la muchacha le resultaba divertido ver cómo tropezaban unos con otros buscando al responsable. Gracias al reflejo de su cuchillo, parecido al de un espejo, vio a uno de los delincuentes que se acercaba a su escondite; éste se dio la vuelta para vigilar que nadie lo siguiera, y Sara aprovechó el momento para agarrarlo por la espalda y atravesar dolorosamente su corazón.

Uno de los ladrones llevaba consigo un arma de fuego, éste se acerco a la cocina, donde estaba su compañero. Ambos se acercaron a la puerta a una velocidad que asustó a ambos, causando así que uno de ellos le disparase al otro; Sara rio al ver esto. El ultimo ladrón la escucho y se acercaron, pero pronto llegaron patrullas y rodearon el edificio, la asesina aprovecho la tensión para salir por la ventana del baño.

Sara había estado caminando por tres horas buscando un lugar donde pasar la noche. Su ropa estaba sudada y manchada de la sangre de sus víctimas. Lo único que la mantenía de pie era la excitación de haber arrebatado vidas ajenas; no sentía ningun remordimiento, ya que después de todo eran basura de la sociedad y... le pareció similar a cualquier juego de género shooter.

Antes de darse cuenta, había recorrido toda la carretera que conectaba su ciudad con la de Tim. Sin tener otra opción, ella decidió ir a su casa, pues los padres de su amigo estaban de viaje.

Cap. 4: Un deseo sangriento[]

Vaya... la casa de Tim era enorme. Parecía casi una mansión; lo único que la distinguía de una era el diseño rústico, viejo, pero bello. Sara tocó la puerta y se dio cuenta del crujido que ésta emitió al hacerlo. Sin duda debería tener cuidado con las cosas que tocaba: todo se podía derrumbar en cualquier momento. Tim le atendió rápidamente, y se sorprendió de ver a su mejor amiga ensangrentada, sudada y sucia. Con algo de nerviosismo, la invitó a pasar.

Ya en el vestíbulo, el ambiente se sentía más cálido. Lo primero que hizo Sara fue preguntarle a Tim dónde podía cambiarse de ropa; él respondió que encontraría mudas de ropa en la habitación de su hermana mayor. Ahí se dirigió la joven. Abrió dudosa el armario de la hermana, y tomó un par de mallas viejas, una falda roja brillante y zapatillas rosas. Una vez terminó de cambiarse, se miró al espejo: lucía como una gamer de verdad, vestida de manera tan extravagante. Improvisadamente agarró una camiseta blanca y se quitó la sudadera y su camiseta; las puntas azules de su pelo negro resaltaban en el color blanco.

Metió su ropa en la lavadora, y se sentó en la sala de estar para descansar un tiempo. Tim se le unió enseguida, y miró ya más tranquilo a Sara.

-Amiga, ¿dónde has estado?

-Tim, de verdad no deseo hablar sobre eso. No te resultaría agradable.

El chico miró fijamente, con el ceño fruncido, a Sara.

-Sabes que puedes contarme lo que sea. Te acompaño en todo.

Sara recordó el placer demoníaco que sintió al contemplar los cadáveres echados en el suelo del restaurante, y se mordió el labio para no saltar riendo. Sus dedos se movían inquietos y las piernas le temblaban. Cómo había disfrutado el verlos así, no podía expresarlo... decidió contarle absolutamente todo a Tim, cuidando sus palabras en una ruda autocensura.

-Yo... maté gente. Precisamente, a los cinco ladrones que me secuestraron hace semanas.

Tim se notó alarmado.

-Los últimos días estuve vagando por las calles en su búsqueda, a la medianoche. Sin ningún resultado, ya me disponía a volver a casa cuando de repente esos chicos aparecieron frente a un restaurante chino; asesinaron al cocinero que llevaba consigo a un perro, para cerrar el local. Durante un momento pensé en irme, pero me quedé mientras ellos estaban borrachos dentro del negocio para matarlos.

Su amigo escuchaba atentamente su relato.

-Poco a poco, fui arrebatándoles las vidas. Los pocos que quedaron, se los llevó la policía.

-E imagino que lo hiciste pensando bien en tu seguridad, ¿no?

Sara se sorprendió por la reacción de Tim, aunque éste le hizo un gesto con la mano indicándole que no hablara.

-Sara, no soportaría quedarme sin mi mejor amiga. Sólo te pido que si vuelves a cometer actos así de peligrosos, reconsideres varias veces si terminarás indemne. Además...

Un ladrido y un llanto se escucharon del otro lado de la puerta de entrada. Tim se dirigió a abrirla: allí había un perro, un precioso pastor alemán bastante malherido; Sara miró estupefacta al canino. Era el mismo que hace poco había "muerto" frente al restaurante chino. Lloraba sin parar, aunque al ver a la joven le saltó de alegría encima.

-Guau, chico, tranquilo.

Le lamió la cara agradecido, y se bajó solamente para levantar su pata izquierda como un saludo. Sara le devolvió el saludo, y le dio unas caricias a las que el animal respondió restregándose la cabeza en su mano. Tim se notaba asqueado: la apariencia horrorosa del perro le daba miedo.

Sara lo fulminó con la mirada.

-¡¿No ves por lo que ha pasado?!

Entonces observó directamente la cara del animal, la tomó entre sus manos y conectó sus ojos.

-Pobre chico.

Tim se queóo a un lado mirando a la chica y al perro, en ese momento sólo pensaba en un modo de compensar su error.

"Lo arruiné", se repetía una y otra vez; Tim siempre había pensado que Sara era realmente linda, en todas sus partidas le cubría la espalda aunque no lo necesitara. Sin darse cuenta había desarrollado sentimientos por ella.

-Necesita ayuda... Tim, tu mamá es veterinaria, ¿cierto?

-Lo es, pero no sirve de nada porque yo no soy veterinario.

-Pero sabes dónde trabaja.

Después de indicarle la dirección de donde actualmente trabajaba su madre temporalmente, en otra ciudad, Sara se dio cuenta de que quedaba demasiado lejos como para salvarlo allí. Decidió buscar por Internet si existía alguna veterinaria en la ciudad: encontró una, a diez kilómetros de distancia. Sería un viaje largo.

Tomaron el primer taxi que se les cruzó en la avenida. Abordaron rápidamente el vehículo, llevando al perro con ellos en el asiento de atrás; éste gemía del dolor. Las calles estaban hasta el tope de automóviles, rebosando de conductores frustrados por la demora. No podrían pasar por allí, así que tomaron una ruta alterna cruzando los callejones más oscuros del lugar. Con pocas luces, atravesaron en un tiempo extremadamente corto el asfalto constantemente destruido.

"¡Maldita sea!", fue la primera cosa en la que pensó Sara al ver la veterinaria cerrada; las siguientes 3 horas se las pasaron merodeando en busca de un veterinario, pero sus esfuerzos fueron inútiles. La chaqueta de Sara estaba manchada con la sangre del perro, y la noche se inundó de los aullidos del canino. Pronto, volvieron a la casa de Tim.

En un punto de la noche, el perro perdió energía y Sara rompió en llanto, cayendo de rodillas.

-Sara... no hay nada qué hacer...

-¡No...!

-Escucha... perdio mucha sangre...

-N-no... no digas eso... por favor... tiene que vivir...

-Sara... lo lamento, pero tienes que admitirlo... lo perdimos...

-No... solo...

El gemido del perro comenzó a caer, Tim puso su mano sobre el hombro de Sara y juntos presenciaron como la vida del animal se escapaba de sus ojos...

Cap. 5: Un lugar solitario para morir[]

Sara sentía un odio profundo hacia los chicos que asesinaron al perro, tenía ya la satisfacción de haber matado a cinco, pero aún quedaba uno. Probablemente lo habían arrestado, pero no podía permitirse pensar en un final en el que basuras como él queden con vida.

Alguien tocó la puerta: era Jake.

-Sara... quiero hablar contigo...

-¿Qué quieres, Jake?

-Bueno... estoy preocupado... te has estado ausentando mucho... ya no juegas tanto como antes... y estás muy callada...

Sara notó que Jake hablaba con cierto miedo y preocupación.

-Lo siento, Jake, yo he estado viendo a un amigo, eso es todo...

-Por mí no hay problema, pero asegúrate de no preocuparme tanto...

Sara apartó la mirada de su hermano, que se retiró dudoso de la habitación. Se quedó mirando la pantalla cuyos colores podrían causarle epilepsia a cualquiera, pero que a ella no le afectaban; el arcoiris que permanentemente inundaba su monitor no era nada del otro mundo. Sin embargo eran algo molesto para aquellas vistas que no acostumbraban ver.

Así se quedó pensando, jugando como un autómata sin prestar atención, aunque sin perder ni una vez; acariciaba rápido las teclas para luego pasar a otras necesarias para avanzar en el juego. A pesar de restarle importancia a sus amados videojuegos últimamente, su habilidad para ellos no había cambiado. Buceaba dentro de la web y los confines del internet con tal de encontrar, además de al último secuestrador vivo, maneras más crueles y sangrientas de segar su vida.

Se pasaron varias horas desde la breve "conversación" con Jake, sin cambios. Se encontraba jugando un shooter cuando percibió un aroma exquisito, bajó lentamente las escaleras para encontrar a Jake comiendo unos huevos estrellados con tocino. Sara se acercó a la mesa y se sirvió un poco, cosa que sorprendió a Jake.

Pasadas dos horas, Sara le dio las buenas noches a Jake, esto levantó sospechas en él, pues su hermana no era de bajar a cenar, y mucho menos de dormir temprano; pero había sido un largo día y Jake necesitaba descansar...

Sara había calculado que eran entre las 03:00 y 04:00, lo primero que hizo fue tomar su celular para comprobar la hora, y luego fue al cuarto de Jake para comprobar que estuviera dormido.

Bien. El hecho de que estuviera roncando era ideal; con el tiempo que tenía antes de que despertara sería suficiente para que pudiera asesinar al criminal, ya encontrado en una casa abandonada junto al parque. Sí... Jake nunca se enteraría... No era probable...

Entonces, lo más despacio que pudo, se dirigió a su cama y le alborotó el cabello.

-Lo siento, hermano... no soy una chica buena... espero que nunca te enteres de lo que voy a hacer...

El chico esbozó una sonrisa entre sueños, ante las caricias de su hermana. Ella sonrió ligeramente, y una lágrima se le escapó entre el ojo.

-No creo que pueda volver aquí, nunca más...

Se contuvo para no gritar, y abrió lentamente la ventana para salir sin hacer ruido; ya afuera, tomó el machete que había comprado días atrás. Brillaba, y Sara se lo pasó por la lengua provocando que manara de ella un hilito de sangre.

Encontraría al secuestrador...

Lo halló contemplando la vidriera de una relojería, con una mano en el bolsillo donde claramente había un arma. Se cubrió la cara con la máscara que dentro de la sudadera había llevado: era bastante básica, negra con líneas rojas simulando bigotes de gato y una sonrisa y ojos blancos. Sara se acercó hacia él y le dijo:

-Hey, amigo, ¿estás aburrido?

-Algo, pero creo que podrías acompañarme a quitarle su mercancía a ese tipo.

-¿Por qué no? Acepto. ¡Vamos, que necesito un reloj nuevo y algo de dinero!

Rompieron el delgado vidrio que componía la puerta y vaciaron el local de gente, apuntando con machete y pistola. Aterrada por la repentina aparición de dos criminales, la multitud dispuesta a comprar alguno de los valiosos objetos que allí se exponían huyó despavorida.

Tras tomar y guardar en una bolsa todos los relojes que habían robado, ambos ladrones escaparon antes de que la policía llegara con su inútil ayuda.

Ya bien ocultos en un callejón a varias cuadras de distancia, se detuvieron a descansar.

-¡Uff! Hoy llegaron antes de lo esperado, los polis. Pero bueno, amiga mía, creo que sería increíble asaltar algún otro lugar en la ciudad.

-No sería prudente. Probablemente los policías se queden vigilando luego de este suceso; si intentáramos robar otro sitio, llegarían antes de que pudiésemos mover un dedo.

-Cierto... pero es que... ¡Estoy lleno de energía!

-¿Y por qué no la descargas? Ven, vamos a algún motel cercano.

A la mañana siguiente...

Sara se vistió rápidamente y contempló su obra: un hombre perfectamente emsartado en la pared junto a la cama con un machete. No pudo evitar sonreír, y salió del local pegando saltos; se detuvo a dejar el dinero por la noche en la recepción, mientras escuchaba el grito de una de las chicas de limpieza al descubrir el cadáver.

Aprovechó lo que consideró "una noche de triunfo y fiesta" y se dirigió a un bar para comprarse una botella de alcohol; a pesar de que era menor de edad y se negaron al principio de darle el producto, tras considerar la inmensa suma de dinero que la joven ofrecía accedieron a entregarle la botella.

Así, con algo de dolor de cabeza, pasó un tiempo sin que se diera cuenta de qué hacía hasta que se le acabó la bebida, y la estrelló contra el suelo.

Miró hacia un costado: se hallaba en una enorme mansión, hermosa, y dentro las luces estaban encendidas...

-Pues... nuevas presas.

Tambaleándose, atravesó tras una caída y otra la distancia entre la casa y el jardín; una vez llegó, se apoyó en una pared y observó por la ventana: una familia se hallaba viendo la televisión pacíficamente, sin enterarse de lo que les aguardaba.

De un puñetazo, destruyó el fino vidrio que los separaba. Los pobres habitantes, fueron a esconderse a la habitación con...

-Glitchgamer.

Siguiéndolos, blandiendo su machete ensangrentado; el joven no pudo hallarlo, mas los padres se escondieron en un lugar demasiado obvio: debajo de la cama. Demasiado rápido, Sara... no, Glitchgamer, los encontró aterrados y dio vuelta la cama, arrojándola contra la pared.

-Lo lamento, señor y señora...

Antes de poder bajar el arma, tres disparos certeros atravesaron su corazón.

-¡¿Qué te esperabas del hijo de un maldito narcotraficante, eh?! ¡¿Que no supiera defenderme?!

Sin palabras, ella cayó el suelo viendo con su último aliento cómo la familia escapaba por la ventana. Ahora, sí estaba sola, moriría sola, sin nadie a su lado.

Miró al techo respirando dificultosamente, y pensó en dónde se hallaba: una preciosa habitación enorme, que costaría más dinero del que podía imaginarse.

-Je... es un buen lugar solitario para morir...

Cap. 6: "Play Again"[]

El niño, fue a insertar la ficha en la máquina de juegos, emocionado. Por fin, después de tanto tiempo, iba a jugar de nuevo a aquellos flippers para divertirse en mundos ficticios; estaba ansioso de introducir su imaginación en historias de lucha, de aventura, etc.

Sin embargo, apenas empezó a jugar notó la pantalla algo rara, distorsionada. A pesar de esto, siguió disfrutando de la animación, hasta que le tocó morir de forma repentina.

Vio la típica pantalla de "GAME OVER" y debajo, el "PLAY AGAIN". Apresurado, metió otra ficha en la ranura; al hacerlo, lentamente la pantalla se apagó. De la misma manera, comenzó a encenderse y volverse blanca.

-¿Eh?

Customizar personaje

Ese mensaje veía Glitch, mientras resposaba en un universo de datos y códigos: atemorizada extendió la mano, y pulsó las letras como si fuera un botón. Rápidamente la absorbió, y la llevó a un lugar desconocido para ella.

¿Qué era lo que sus ojos contemplaban? Un universo de juegos, pero no de alguno que conociera; veía diferentes vestuarios: uno le llamó especialmente la atención, y era la misma ropa con la que había muerto. Con una sonrisa, decidió elegirla y hacer sus modificaciones. Añadió la cara de un "Creeper" a sus guantes, alteró sus ojos para que sean blancos y negros como casillas de ajedrez.

Elige tus armas

Contempló maravillada la extensa variedad de armas que estaban a su disposición, todas aguardando a que ella las utilizara. Se decidió por una ametralladora AK-47, su machete y un enorme perro Doberman, el cual estaba ensangrentado.

¿Comenzar partida?

Estaba agradecida, por el hecho de que le hubieran otorgado una segunda oportunidad. "Nadó" hacia aquella opción, y la pulsó mientras su vista se volvía borrosa.

El pequeño sólo pudo ver cómo del interior de la pantalla surgía una figura femenina, empuñando un machete ensangrentado, que le amenazó con la mirada. Intentó salir corriendo, pero una mano helada le tomó por el cuello y lo lanzó hacia atrás, mientras el arma blanca de la mujer acababa con su vida.

-Menuda muerte más agradable.

Glitch sonrió satisfecha, respiró hondo aunque sabía que ya no lo necesitaba. Miró a su alrededor y vio que se hallaban todos paralizados, con temor a mover un solo dedo frente a ella; caminó entre la gente que la rodeaba y abrió de una patada la puerta, llevándola al exterior.

Por la cantidad y altura de los edificios, era evidente que estaba en el centro.

Se escondió detrás de uno abandonado, que por su cartel de letras borrosas parecía haber sido un orfanato, y se apoyó en una pared repleta de musgo y enredaderas. Se sentía intranquila... ¿Por qué seguía viva? ¿Por qué le habían dado una segunda oportunidad?

Se llevó la mano al pecho, dándose cuenta de que ningún latido se oía, y que su piel estaba helada.

-Así que sí estoy muerta...

Se alegró en parte. No debía preocuparse por las enfermedades, por el tiempo que llevaba viva, porque la atravesaran con un arma incluso; era inmortal en todos los sentidos.

Mientras buscaba su machete en su cintura, no pudo evitar notar a un hombre que pasaba por aquel callejón, vestido con exquisitas prendas.

-¿Qué hace alguien así por aquí...?

Se detuvo a observarlo antes de tomar la hoja y acercarse sigilosamente. Preparada para asesinarlo, se notaba confiada y sin ninguna duda; de todos modos aquel tipo ya no podía evitar su inminente muerte, a manos de Glitch.

-Te sugiero que ni te me acerques, Sara.

-¿Eh? ¿Cómo sabes mi nombre?

-Sé casi todo sobre ti. Y te sugiero que te vayas largando para la casa de tu hermano, que seguramente te estará esperando; no querrás dejarlo decepcionado.

-Me importa poco y nada lo que me digas. No me importa él.

-Noto el miedo que me tienes. Tranquila. No te haré daño, pero ya en serio tienes un destino que cumplir; yo por mi parte, debo ir a visitar a alguien llamado Anbernatt...

-¿Anbernatt?

El desconocido no se molestó en responder, y siguió caminando con su cabello blanco y negro ondeando por el viento. Echó una última mirada hacia atrás, dejando ver marcas rojas y divertidos ojos grises, y prosiguió tranquilamente.

-Menudo tipo más extraño...

Haciendo un poco de caso a lo que él había recomendado, Sara aún confundida, enfiló hacia su antigua casa pensando en la pequeña "reunión" con su hermano. No deseaba matarlo pero... las ansias eran casi incontenibles y su apetito de sangre, enorme.

Por más que sus instintos exigían que le ofreciera su defunción a su hermano, ella logró superarlo y con una sonrisa inocente tocó la puerta.

La voz del muchacho preocupado se oía desde el pasillo posterior a la entrada: lo había despertado, se lo escuchaba bostezando y susurrando cosas incomprensibles. Nuevamente tuvo un asalto de locura, pero era diferente; se golpeó en la frente para olvidarlo, y se repitió.

-No puedo... es... mi hermano...

Notó que Jake había llegado, y se escuchó:

-¿Quién es...?

-Sara.

-¡¿Sara?!

Se abrió rápidamente, y pudo contemplar la cara de asombro y felicidad de su hermano.

-¡Regresaste! ¡¿Dónde habías ido?! ¡¿Principalmente, por qué te fuiste?!

-Me fui a la casa de Tim...

-¡Hubieras avisado, idiota!

Jake le dio un golpe suave en la cabeza, lo cual sólo hizo que esa sensación aumentara más. Sus ganas de despedazarlo eran inmensas: torturarlo lentamente mientras él gritaba agonizante y suplicando piedad entre llantos...

-Bueno, quería irme sin molestarte a medianoche.

-No es razón suficiente, Sara, aunque ya no importa. Al menos estás bien, eh... ¿Cómo está Tim?

-Bien, bastante bien. No creo que importara tanto haberme ido, de todos modos en esta casa soy solo un estorbo.

-¡No lo eres! Yo te quiero, eres mi hermana y me dolería muchísimo que te fueras. No vuelvas a asustarme así.

-¡Tengo razón! ¡Deja de hacerte el listo!

Lo empujó hacia atrás, violentamente, sin recordar el escalón que daba lugar al pasillo. Jake tropezó y antes de poder reaccionar, su cráneo se partió al impacto contra el escalón.

-No... no... ¡Jake!

Sara corrió hacia él para ayudarlo, pero ya era tarde: la sangre manaba a chorros de la herida y su hermano no reaccionaba. Había muerto. La joven lloró con todas sus fuerzas y recordó su sonrisa con un sufrimiento insoportable.

Se secó las lágrimas luego de bastante rato, y recorrió la casa una vez más, antes de tomar un papel de la cocina y un bolígrafo. En la hoja escribió una nota rápida para su amigo Bell.

La dejó bajo su puerta al día siguiente, y se marchó hacia algún lugar que desconocía.

"No me busques. No trates de hacerlo. Y si lo haces, no te me acerques por favor; Jake ha sido asesinado por mi mano, y no quiero que te pase lo mismo que a él. Detestaría que eso sucediera, por más que deseo verte como a ningún otro. Eras mi consuelo, pero ahora debo decir adiós.

Saludos y hasta nunca.

Sara Glitchgamer."

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